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Nuestro Ministerio del Reino, junio de 1982, página 1 |
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Estimados camaradas que os dedicasteis a vender la Palabra de Dios en formato watchtoweriano:
Un hermano fiel que se autodenomina
El Carbó de Montblanc, me envió a mi correo personal la referencia a esta publicación de nuestra confesión religiosa del notorio arraigo y olé. Se trata del boletín mensual para consumo interno --dirigido a todos los miembros que componemos la entidad religiosa--;
Nuestro Ministerio del Reino, junio de 1982, páginas: 1, 2, 7 y 8.
Hemos tardado algunos días para acceder a la documentación original que aquí exponemos, pero creo que ha merecido la pena. También, le agradecemos a nuestro corresponsal en la capital alcarreña (Guadalajara), Aníbal (el
Tortuga), con acceso a una amplia biblioteca teocrática, que ha decidido compartir este documento con toda la casa de la fe.
Una vez hecha la presentación y expresar el agradecimiento oportuno, sólo nos queda entrar al trapo..., ¡va por ustedes!
¿Debemos regalar la literatura?: Ese era el tema en cuestión: ¿regalar las verdades de Dios, publicadas por el Cuerpo Gobernante, sí o no? Debido al desconocimiento histórico, por parte de los miembros más nuevos que se han incorporado a nuestra entidad religiosa en las últimas dos décadas, nos vemos obligados a informarles de cómo han sido las cosas durante 110 años de los 130 que tiene nuestra confesión religiosa de historia. A día de hoy, a muchos, cuando se les explica que nos hemos pasado toda nuestra vida vendiendo la Palabra de Dios --según la explicaba y publicaba la casta dirigente-- por un precio fijo..., ¡se escandalizan y niegan la mayor! Por supuesto, a los caciques, les interesa perpetuar ese mito de "buenismo" que caracteriza a la distribución gratuita de las publicaciones que edita y publica la entidad religiosa que nos concierne. Pero, nosotros tenemos una misión: desmitificar las cosas y documentar la verdad de la buena, sin trampa ni cartón watchtoweriano. Además, como nuestros dirigentes incluso tienen la desfachatez de reescribir la historia..., ¡nosotros tenemos una deuda moral con el pardillo integral ibérico y allende los mares!
La Sociedad ha recibido numerosos informes que indican que se está regalando una gran cantidad de la literatura que se coloca en el campo. Parece que algunos publicadores no acostumbran pedir la contribución por la literatura que colocan.: Aquí, la confesión religiosa se ve obligada a dar un toque al personal. ¿Por qué? Los publicadores compran la literatura en el Salón del Reino, para luego ir a ofrecerla de casa en casa por el precio estipulado por la entidad religiosa. En principio, a la Sociedad --que ya ha cobrado previamente el producto, al pagarlo el publicador-- no le debería importar que el que le compra a ella, quiera regalar el producto. De hecho, en la comunidad local, quien vendía mucha literatura era considerado un ejemplo al que todos debían seguir --sinónimo de bendición divina-- y, por este motivo, lo sacaban en la plataforma del Salón del Reino para que nos explicase a los demás incautos las técnicas de mercadotécnia que tan buenos resultados le estaban dando. ¡Claro! Este hecho de: a más ventas, mejor ejemplo..., ¡hacía surgir cierto espíritu de competencia que repercutía para bien en las finanzas de la confesión religiosa! Esto, que en sí mismo parecería bueno: distribuir la Palabra de Dios y sus explicaciones vitales para la humanidad..., ¡estaba generando quejas de competencia desleal entre los predicadores-vendedores!
Por ejemplo, hay publicadores de escasos recursos que se han perturbado al ver a otros publicadores regalar la literatura mientras que ellos no pueden hacer eso.: Sí, hermanos, sí. Esto generaba quejas de competencia desleal: el que tenía pasta para financiar la distribución gratuita de publicaciones, triunfaba en la congregación..., y era considerado un ejemplo. Pero, ¿qué pasaba con el pobre miembro de la confesión religiosa, que por no tener, no tenía ni excrementos en las tripas...? ¿Cómo podía comprar éste hermano la literatura en el Departamento correspondiente del Salón del Reino..., para después regalarla? ¿De dónde podía sacar semejante pastizal el obrero manual y endeudado hasta las cejas...? Esta era la "discriminación" que estaban sufriendo los publicadores menos pudientes. ¿Era justo que, los publicadores con más recursos económicos, se exhibieran como ejemplo de bendición divina en virtud de cantidad de libros que vendían..., para recochineo de los más podres? ¡El clamor llegó hasta el cielo de la Watchtower!
Han habido ocasiones en que el amo de casa se ha asombrado al pedírsele una contribución y ha declarado que anteriormente unos Testigos le dieron una publicación sin costo alguno.: ¡Madre del amor hermoso! Para empezar, es curioso que en el documento original, se mencione la palabra
pedírsele, y en el
CD Watchtower Library, la cambien por otra palabra:
mencionársele. Otro ejemplo más de cómo reescriben la historia sin ponerse colorados. ¡Claro! Este proceder de regalar los libros que uno ha comprado previamente en el Salón del Reino, creaba desconcierto entre el público en general: unos testigos de Jehová me cobran un precio por el producto, y otros Testigos me lo regalan, ¿qué pasa aquí?
Es cierto que pueden haber personas que realmente no puedan contribuir por la literatura cuando las visitamos. Pero en este país hay pocas personas en tal situación.: La Sociedad intenta calmar las conciencias atormentadas del publicador bonachón --los que están inquietos porque la pobreza económica pueda impedir que alguien pueda comprar el único manual para la supervivencia ante el inminente fin del mundo-- indicándonos que en España..., ¡pocas personas no pueden pagar el precio de la literatura que vendemos por los domicilios! Evidentemente, lo tienen todo previsto..., ¡aunque sea a salto de mata!
¿Han notado ustedes que a muchos de los que dicen que no pueden contribuir se les conoce como personas que gastan el dinero en cosas innecesarias? Así que, ¿es realmente prudente que regalemos la literatura cuando vamos de casa en casa? ¿Ayudará esto a los amos de casa a estimar la literatura?: ¡Cuánta hipocresía, Dios mío! Evidentemente, son preguntas retóricas que pretenden justificar lo buena y teológica que es la venta de la Palabra de Dios: una especie de criba previa, por la que permitimos que las personas se definan y posicionen: si están de parte de Dios (al adquirir el producto que llevamos; o no lo están al rechazarlo por el precio). Evidentemente, nosotros, los pardillos integrales, resolvemos en nuestra mente lo que nos quiere transmitir el Cuerpo Gobernante al formularnos esta batería de preguntas. De todos modos, cuando uno lee lo que se ha escrito previamente en este artículo de ¡Despertad!, y lo que le sigue..., ¡es evidente que la confesión religiosa no está por la labor de regalar..., sino de cobrar el precio estipulado!
¿Qué hacer, por ejemplo, si nos encontramos fortuitamente con "una de ésas personas de este país", que están en una situación de penuria económica tal..., que no pueden pagar por nuestros productos salvavidas? La Voz de Dios en la Tierra, nos da la respuesta adecuada: Si nos encontramos con alguien que dice que no puede contribuir por la literatura, pudiéramos ofrecerle un folleto, un número atrasado de una de las revistas o un tratado con la condición expresa de que la persona prometa leerlo. O, pudiéramos decirle que podemos volver cuando él (o ella) pueda contribuir por lo que estamos ofreciendo. ¡Más claro el agua! Aquí no valen excusas, lamentos, lloros o lágrimas de cocodrilo; el que quiera peces (leer lo último en la profecía bíblica salvavidas y quiera saber qué deber hacer para salvarse del cataclismo mundial inminente..., ¡se tiene que retratar pagando por el producto!) que se moje el culo: o mejor dicho: que se rasque el bolsillo. ¿Y si no puede o quiere pagar?: pues una hoja suelta, o algo de información atrasada..., ¡en el caso de nos convenzan sus llantos! No obstante, nunca hay que olvidar que quien regala las publicaciones (o productos) es el pardillo del publicar neto, que es quien ha pagado de su bolsillo la pieza de literatura en el departamento correspondiente del Salón del Reino: la Sociedad siempre cobra..., ¡la banca nunca pierde! Es un matiz que siempre hemos de tener en cuenta, para disipar malos entendidos: "Unos tienen la fama, y otros cardan la lana".
Si dejáramos las revistas gratuitas indistintamente en los hogares de los que no están en casa, la gente pensaría que las revistas siempre son gratuitas. Así es como está escrito
literalmente en
Nuestro Ministerio del Reino, junio de 1982, página 8. Pero, al Cuerpo Gobernante, no le gusta lo que ha escrito y, reescribe la historia en el CD Watchtower Library, endulzando y cambiando esta declaración diáfana, por:
"si dejáramos indistintamente las revistas en las casas donde no hallamos a nadie o cada vez que trabajamos en el territorio, la gente pudiera razonar que éstas siempre son gratis". ¡Me gusta más el sabor original! Es, ¡como más directo!
Cada vez que se deje una revista gratis debe hacerse el esfuerzo de volver de nuevo. ¿Y si la hemos cobrado...? ¡Pues también! Pero, sobre todo, cuando se deje gratis..., ¡no vaya a ser que los compradores potenciales pudieran llegar a pensar que todo el monte es orégano y lo divulguen por ahí!
Al testificar informalmente a algún pariente u otro conocido nuestro, es comprensible que quizá queramos regalarle una publicación. ¡Faltaría más que le cobrase también a mi madre por la revista salvavidas! Y, sin olvidar que, quien
regala es el pardillo del publicador neto..., no la confesión religiosa. Pues el pardillo integral quien la ha comprado previamente, con su dinero, a la entidad religiosa..., ¡no equivoquemos los términos!
Pero, cuando hablamos a extraños, como en la obra de casa en casa, es mejor ofrecer la literatura de campaña por la contribución regular. De este modo quizás ayudemos a las personas a apreciar el valor de lo que han adquirido y puede que eso les motive a leer la literatura. ¿Paga el precio estipulado?: aprecia la literatura. ¿No paga el precio estipulado?: no aprecia. Por lo tanto, ¿debemos regalar, incluso pagándolo de nuestro bolsillo?: pues no.
El hacer esto requiere que hagamos sacrificios en cuanto a tiempo y dinero para los gastos de transporte. Sin embargo, no tenemos que sentirnos obligados a pagar todos los gastos de la literatura que colocamos a las personas en el campo. Aquí, la Organización, reconoce que quien costea los gastos del trasporte y el tiempo que empleamos para ir a predicar/vender la Palabra de Dios a la gente, es el propio miembro de la confesión religiosa. Y, por eso, nos libera de la carga de conciencia, al decirnos que, no tenemos que sentirnos obligados a regalar las publicaciones salvavidas. De una manera algo vulgar, pero muy entendible, se podría decir: "No hace falta que hagas de puta y encima pongas la cama".
En contraste con los costosos libros y revistas populares de hoy, nuestra literatura todavía está disponible por una contribución razonable y, por lo general, ésta está al alcance de casi toda persona en este país. La pequeña contribución que se pide realza el valor que tiene la literatura para el amo de casa. Esto hay que matizarlo. Por ejemplo, en junio de 1982, el díario ABC, con 128 páginas, tenía el precio de 35 pesetas. Pero, si comparamos el tamaño de la página, podemos decir que era el doble de la página de
La Atalaya. O sea, con un ABC, tendríamos 256 páginas de
La Atalaya. Lo que significa que, con la materia prima de un periódico como el ABC, podríamos producir 8 revistas
La Atalaya. Pero, ¿qué precio tenía
La Atalaya en el año 1982?: 15 pesetas. Si aplicamos el precio de 15 pesetas a la cantidad de 8 revistas; el ABC debería haber costado 120 pesetas. Sin embargo, sería injusto olvidar que el ABC era una empresa sujeta a impuestos, con trabajadores por los que había que cotizar a la Seguridad Social, pagarles un sueldo, inversión en maquinaria y gastos de impresión y dsitribución..., ¡y se supone que, como todo negocio, tendrían algún beneficio!
De modo que, el precio las publicaciones de la confesión religiosa de ninguna manera era "razonable", cuando supuestamente estábamos hablando de una entidad religiosa sin ánimo de lucro. Según mi opinión, basada en lo expresado:
era un negocio redondo. Las publicaciones de la confesión religiosa eran producidas por trabajadores voluntarios, que no cobraban un salario. Eran distribuidas por los miembros de la confesión religiosa, habiendo pagado previamente el producto en el Salón del Reino. Está claro que había abundantes beneficios económicos que la confesión religiosa de ninguna de las maneras revertía en labor social conocida. ¿Adónde viajaba el dinero? ¡A lo mejor el portavoz oficial de la nuestra confesión religiosa, podría informarnos a los pardillos de los apoquinantes netos!
No hay razón para que alguien piense que está vendiendo literatura sólo porque pide una pequeña contribución para sufragar los gastos de impresión y distribución. Las matemáticas y las estadísticas os traicionan. Como ha demostrado el ejemplo anterior del periódico ABC..., ¡aquí la confesión religiosa se lo estaba llevando crudo! ¡Nada de
gastos...! ¡
Beneficios..., pingües beneficios económicos! Nosotros, los creyentes, comprábamos a la entidad religiosa las publicaciones que editaba por un precio fijo y, luego, teníamos que apañárnosla para vender el producto si queríamos recuperar el dinero que habíamos puesto con la compra. Teníamos una
Lista de Precios, muy clarita, ¿o no?
http://johnhenrykurtz.blogspot.com.es/2010/02/recibieron-gratis-den-gratis-un-siglo.html
Sigamos teniendo en alta estima las publicaciones de la Sociedad y ayudemos a las personas que hallamos en nuestro ministerio a tenerlas en igual estima, pues el conocimiento que suministra nuestra literatura puede llevar a vida eterna. ¿Vida eterna? ¡Pero si todos los libros y revistas que vendíamos aquellos años..., ahora están repletos de verdades caducas y de profecías fallutas! ¡Menudo engaño manifiesto! Vosotros trincásteis la pasta y nosotros nos quedamos sin paraíso prometido..., ¡menudo negocio hicimos los pardillos integrales...! ¡Con vosotros no se puede ir ni a recoger billetes!
Por último, si nos remitimos a la página 7 de la publicación diseccionada, encontramos las "ofertas": Una cinta de casete compactot por 190 pesetas..., ¡manda huevos! Y, así, podríamos seguir hasta que llegase el fin del mundo prometido por el Cuerpo Gobernante. Aunque, con lo dicho, creo que quedan las cosas claras para el lector avispado.
La producción y venta de la publicaciones, supuso El Dorado para la confesión religiosa. Pero, después de 110 años de beneficios, ocurrió algo en los EE.UU., que les hizo cambiar radicalmente de política: del cobro con precio de venta al público..., a pedir una donación voluntaria. Llegó el caso Jimmy Saggart contra el Estado de California, finalizó ante el Tribunal Supremo de los EE.UU., en 1988. Se acabó la bicoca: a partir de entonces las religiones deberían pagar impuestos al Estado por la venta de literatura y productos religiosos..., ¡punto y final!
http://johnhenrykurtz.blogspot.com.es/2008/06/por-qu-razn-dej-la-watch-tower-de.html http://archive.org/stream/WatchtowerAmicusCuriaeJimmySwaggart/1989_Amicus_Curiae_Watchtower_Swaggart#page/n3/mode/2up
Acabamos con la promesa de seguir informando a la casa de la fe. Ya sabéis nuestro: Lo documentamos, todo, todo y todo. ¿Quién es el padre de la mentira y de la densa oscuridad financiera?