Nízam (desde el lado oscuro)
Estimados camaradas inquietos por la proximidad del fin del mundo:
Nuestro camarada Nízam, el rey del disfraz teocrático, sigue con su actividad frenética en el lado oscuro y nos manda esta primicia mundial..., ¡está pasando, lo estás leyendo! ¿Alguien da más por menos? El Cuerpo Gobernante te da alimento espiritual a punto de caducar y, te pide tu dinero. Nosotros te damos el alimento sin adulterar y sin manipular..., ¡y gratis! ¿Qué diremos a nuestro infatigable Nízam? Sirves a la causa de la verdad y la justicia. Estás acumulando tesoros en los cielos, ¡y no los hedge fund como la Watchtower! Gracias, compañero, todos estamos en deuda contigo.
"Y todo ojo lo verá". ¿Qué es lo que se verá? La carta de la confesión religiosa, con las directrices internas para que en las comunidades locales de los testigos de Jehová..., ¡se les de una vuelta de tuerca más a los expulsados, o a quienes hayan decidido voluntariamente abandonar esta confesión religiosa! La persona expulsada de la confesión religiosa, se le aplica el mismo aislamiento social y familiar que quien decide abandonar esta confesión.
Como siempre, la carta va dirigida a los Cuerpos de Ancianos y --para no variar-- de espaldas a los pardillos que componemos la tropa. ¿Qué se les ha ocurrido ahora a los miembros del Cuerpo Gobernante para coaccionar a los expulsados-desasociados? ¿Tal vez, que los testigos de Jehová puedan dirigirles la palabra a éstas personas..., sin sufrir represalias por parte de la confesión? ¡Frío, frío! ¡Al enemigo ni agua! Pero, vamos a analizar la carta y la traduciremos al román paladino. ¡Va por ustedes!
Asunto: Requisitos de los siervos nombrados en relación con familiares expulsados.
Antes de proseguir, no debemos olvidar que las personas expulsadas-desasociadas a las que ser refiere la carta..., ¡son nuestros familiares! Una vez aclarado esto, podemos continuar.
¿Quiénes son éstos siervos nombrados? La carta dice: "Los ancianos, los siervos ministeriales y precursores regulares deben dar ejemplo en cuanto al trato con los familiares expulsados (lv, páginas 207-209)".
(Libro: Manténganse en el amor de Dios [lv, páginas 207-209]:
Cómo tratar a un expulsado
Pocas cosas duelen tanto como ver que un familiar o un amigo íntimo tiene que ser expulsado de la congregación por no arrepentirse de sus pecados. No obstante, la manera en que respondamos en este caso a las indicaciones de la Biblia revelará cuánto amamos a Dios y hasta qué grado somos leales a sus disposiciones. Por eso, analicemos varias cuestiones que pudieran surgir.
¿Cuál debe ser la relación con un expulsado? “Cesen de mezclarse en la compañía de cualquiera que, llamándose hermano, sea fornicador, o persona dominada por la avidez, o idólatra, o injuriador, o borracho, o que practique extorsión, y ni siquiera coman con tal hombre.” (1 Corintios 5:11.) Además, la Biblia nos exhorta: “[Si alguien] no permanece en la enseñanza del Cristo [...], nunca lo reciban en casa ni le digan un saludo. Porque el que le dice un saludo es partícipe en sus obras inicuas” (2 Juan 9-11). La Atalaya del 15 de noviembre de 1981, página 19, señala: “Decir un sencillo ‘¡Hola!’ a alguien puede ser el primer paso que lleve a una conversación y tal vez hasta a una amistad. ¿Quisiéramos dar ese primer paso respecto a una persona expulsada?”. Así, cuando un miembro de la congregación es expulsado, cortamos toda relación social y espiritual con él.
¿Es realmente necesario ser tan estrictos en el trato? Sí, y por varias razones. La primera es la lealtad a Dios y a su Palabra. Amamos tanto a Jehová que queremos obedecerle siempre, incluso cuando nos resulta muy difícil. Además, estamos seguros de que él es justo y amoroso, y de que todas sus leyes son para nuestro bien (Isaías 48:17; 1 Juan 5:3). La segunda razón es que el pecador que no se ha arrepentido es una mala influencia. Por eso, al excluirlo de nuestra compañía nos protegemos moral y espiritualmente, y preservamos la pureza y el buen nombre de la congregación (1 Corintios 5:6, 7). La tercera razón es que la expulsión puede beneficiar al propio pecador. ¿De qué manera? Si nos mantenemos fieles a los principios bíblicos y apoyamos la decisión del comité judicial tal vez logremos motivar al pecador, quien hasta el momento no ha aprovechado la ayuda de los ancianos. En efecto, es posible que nuestra postura le ablande el corazón y lo lleve a cambiar de actitud. Cuando vea que ha perdido la apreciada relación que tenía con sus seres queridos, quizás “[recobre] el juicio”, comprenda la gravedad de su pecado y dé los pasos necesarios para volver a Jehová (Lucas 15:17).
¿Y si el expulsado es un familiar? La lealtad a Jehová pudiera verse sometida a prueba cuando hay de por medio lazos de sangre. En esas circunstancias, ¿cómo hay que tratar al expulsado? Aunque no es posible abarcar todas las situaciones, nos centraremos en dos casos básicos.
A veces el expulsado vive con su familia inmediata. Dado que la expulsión no rompe los lazos de sangre, los familiares no tienen objeción a que siga relacionándose con ellos e interviniendo en las actividades cotidianas del hogar. Sin embargo, por lealtad a Jehová, no pueden confraternizar espiritualmente con el pecador, ya que este ha decidido romper el vínculo cristiano que los unía. Quizás le dejen estar en el estudio de familia, pero sin participar. Ahora bien, si es un menor, los padres pueden darle lecciones bíblicas, pues siguen siendo responsables de su enseñanza y disciplina (Proverbios 6:20-22; 29:17).
Ahora bien, ¿y si el expulsado no vive con su familia inmediata? En ese caso, los cristianos fieles reducen al máximo el trato, limitándolo a cuando es indispensable atender asuntos de familia. No buscan excusas para juntarse. Por lealtad a Jehová y a su organización, respetan la disciplina bíblica. Quieren lo mejor para su pariente, y con su postura firme quizás lo ayuden a beneficiarse de la corrección recibida (Hebreos 12:11).
[Notas]
Los principios bíblicos sobre la expulsión son también aplicables a quienes se desasocian, es decir, a quienes deciden renunciar a su condición de miembros de la congregación.
Para más información sobre los menores expulsados que viven con su familia, véase La Atalaya del 1 de octubre de 2001, págs. 16, 17, y del 15 de noviembre de 1988, pág. 20.
Para más información sobre los principios bíblicos aplicables a la relación con parientes expulsados, véase La Atalaya del 15 de abril de 1988, págs. 26-31, y del 15 de noviembre de 1981, págs. 20-25).
¿Cómo mete más presión sobre éstas personas la confesión religiosa? Leed con atención la pregunta que formula la entidad religiosa: "¿Qué responsabilidad recae sobre el cuerpo de ancianos si un siervo nombrado de la congregación permite que se mude a su hogar un miembro expulsado de la familia inmediata?". ¡No hablemos de familia lejana! Por ejemplo, tu hijo se ha ido a estudiar a la Universidad de Salamanca, allí decidió abandonar la confesión religiosa, ha terminado la carrera y quiere volver con sus padres, ¿qué posición deben adoptar los pastores religiosos de la comunidad hacia ése padre que lo ha aceptado en casa? ¿Lo han de quemar en la hoguera? ¿Han de quitarle las uñas de la manos con unos alicates? ¿Tal vez quitarle la piel a tiras? En definitiva, ¿qué es lo que está pidiendo la confesión religiosa a los pastores locales?
Ellos enumeran las causas que la entidad religiosa considera legítimas para que este hijo pueda volver al hogar: que esté enfermo mental o físicamente y, que de no acogerlo..., ¡se pudiera hablar mal de los testigos de Jehová en el vecindario! Eso sí, primero, habría que interrogar al expulsado para averiguar con qué actitud regresa al hogar..., ¡no vaya a ser que le de por criticar a la Organización! Porque si sigue con su pecado de apostasía..., ¡nada de nada, una patada y a la calle!
Pero, los pedigüeños, matizan algo más sus directrices y rematan la faena llegando donde querían llegar con esta misiva secreta (secreta para nosotros, los pardillos integrales de los publicadores de congregación, los soldados rasos): "Por otro lado, si las circunstancias hacen surgir serias dudas y el siervo nombrado ha perdido el respeto de la congregación, los ancianos quizás decidan que sería mejor que la persona nombrado dejara su privilegio de servicio". ¡Je, je, je! Siempre igual: digo pero no digo, pero me entiende quien me tiene que entender. En román paladino: Si existen dudas en el cuerpo de ancianos sobre las razones por las que el hijo está en casa de sus padres, o, si en la congregación algún hermano hace un comentario sobre cómo puede ser que el hijo "expulsado" viva con su padre que es anciano..., ¡hay que dimitirlo, hay que cesarlo ipso facto. Tal vez alguien entienda que la decisión última sobre dejar el cargo recae sobre la persona que lo ostenta, ¡pues no!; los ancianos de la congregación serán los que decidirán en virtud de las directrices que han recibido en esta carta por parte de la confesión religiosa. ¿Lo entiendes ahora?
Siguen diciendo: "A menos que la situación familiar cambie, la persona no sería ejemplar para ningún privilegio especial". Sí, hermano, sí, ¡si no echan al hijo de casa de una patada en las posaderas..., el padre pierde su posición social (o privilegios especiales) dentro del colectivo religioso! ¿Se mete, o no se mete, presión..., para que los padres echen al hijo de casa? Las directivas de la confesión religiosa son la esencia del amor al prójimo que se espera de todo buen cristiano y ciudadano.
ACCIÓN PARA EL POST:
Podemos escribir educadamente a la confesión religiosa para cerciorarnos sobre el protocolo que se sigue con las personas expulsadas (o que deciden abandonar libremente esta confesión religiosa) y sus repercusiones en el ámbito de la comunidad local y familiar.
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