John Henry Kurtz (JHK). Con la tecnología de Blogger.

viernes, 2 de diciembre de 2022

¿Existe algún testigo de Jehová que no sea ministro?

      Estimados camaradas panhispánicos, pardillos integrales y ministros al por mayor:

     Según el Diccionario panhispánico del español jurídico (RAE), entre las definiciones para la entrada ministro me quedo con dos vinculadas al hecho religioso:

5Can. Diácono o subdiácono que canta la misa.

6Can. En general, sacerdote de cualquiera religión; o prelado que está al frente de algunos conventos, colegios o casas de religiosos. CE, art. 98. 

     Por este motivo, cuando escuchamos que alguien es un ministro religioso, lo más probable es que pensemos en la persona que dirige la liturgia o los servicios religiosos en el ámbito de una confesión religiosa, sería difícil que pensásemos en el lego o feligrés como ministro. Sin embargo, ahora nos adentraremos en el peregrino y particular mundo watchtoweriano de las palabras y sus significados, en su argot. Hoy toca la palabra ministro. El Cuerpo Gobernante (GB), o sea, la élite watchtoweriana --con menos papeles académicos que un conejo de monte-- como el autoproclamado exclusivo canal de comunicación de Dios con la humanidad... suele venirse arriba día sí y día también. Como dice el dicho: "Si quieres saber quién es fulanito, dale un carguito". Ya sabemos que al Governing Body Bank no ha querido llevarlo Dios por el camino del trabajo y el madrugón, son más de reservarse para que el Espíritu Santo pueda operar sin interferencias mundanales. Ya se sabe, el trance teocrático es muy huidizo y precisa de todas las comodidades para darse.

     El mundo watchtoweriano tiene mucho de orwelliano y su neolengua, de ahí que a veces se necesite un "traductor" porque a pesar de utilizar la mismas palabras de la RAE, estas tienen un significado distinto y pudiera un neoportavoz y encantador de serpientes, enamorado de su propia voz, intentar llevarnos al huerto con sus triquiñuelas teocráticas. Los gerifaltes del GB presumen de vender la exclusividad al eterno más allá exclusivamente, acuñando sus propios términos que los distingan de sus máximos competidores. Una vida eterna, con juventud eterna, en un entorno paradisíaco aquí en el planeta Tierra... ¿quién ofrece más por menos? La competencia también nos ofrece la vida eterna pero más aburrida, en unos cielos con un cuerpo etéreo y tocando la lira. ¡Ni punto de comparación!

     En un gesto de magnanimidad sin parangón, el GB decidió hace muchos lustros democratizar, socializar y universalizar el término ministro. O sea, un aprobado general para todo quisque vía real decreto ley. Todos, absolutamente todos los feligreses, con su título debajo del brazo. Sin embargo, no os llevéis a engaño, aquí el exbetelita, prefiere una verdad dolorosa a una mentira útil. De modo que, de nuevo toca caerse del guindo vía expeditiva y os ofrezco otra primicia de mi próximo Diccionario Emitológico Watchtoweriano-Español. En esta ocasión, en mi investigacion sobre la palabra ministro he recorrido publicaciones de la confesión religiosa de los testigos de Jehová desde el 1958 hasta el 2021, ordenadas cronológicamente. Os recuerdo la premisa: mi análisis es siempre subjetivo, el objetivo será el que vosotros hagáis una vez analizado los datos. No permitas que el Tezanos de turno te ofrezca platos precocinados, ponte el delantal y cocina tú. ¡Va por ustedes!

Ministro:

La persona que se bautiza por el rito de los testigos de Jehová es ministro, sin distinción de edad ni sexo. Puedes tener diez años de edad o cien años. De hecho, no existe un límite de edad que impida el que un niño se bautice. El bautismo es el factor determinante. Han democratizado, socializado y universalizado el término. Un “aprobado” general otorgado por el Cuerpo Gobernante mediante real decreto ley. En la confesión religiosa del notorio arraigo todo quisque es ministro, lo que pasa es que uno es más ministro que otro dependiendo del sexo.

MUJERES MINISTROS 

1 "El Señor da la buena nueva; numerosa es la compañía de mujeres que la publican!" (Sal. 68:11) Si, las mujeres pueden ser ministros de Dios. En realidad, está registrado que hubo mujeres acompañando y ministrando a Jesús durante su intensa campaña de predicación de tres años y medio. Se menciona que una mujer, Febe, fué ministro de la congregación de Cencrea. (Mar. 15:40, 41; Rom. 16:1) Las mujeres han participado grandemente en la proclamación de las buenas nuevas del Reino desde los días de Jesús y han recibido ricas bendiciones de Jehová Dios.

2 Aunque las mujeres pueden ser ministros, Dios reconoce la distinción de sexos al dar a los hombres responsabilidades que no se extienden a las mujeres. El apóstol Pablo da instrucciones en cuanto al lugar de las mujeres en la congregación. En 1 Corintios 14:33-35 (NM) él dice: "Como en todas las congregaciones de los santos, que las mujeres guarden silencio en las congregaciones, porque no se permite que ellas hablen, sino que estén ellas en sujeción, así como dice la Ley. Si, entonces, ellas desean aprender algo, que le pregunten a sus esposos en la casa, porque es indecoroso que una mujer hable en una congregación." Otra vez, en 1 Timoteo 2:11, 12 (NM): "Que la mujer aprenda en silencio y en completa sumisión. Yo no permito que la mujer enseñe, ni que ejerza autoridad sobre el hombre, sino que esté en silencio." Entonces Pablo prosigue dando a saber la razón: "Porque Adán fué formado primero, luego Eva. Además Adán no fué engañado, sino que la mujer fué cabalmente engañada y vino a estar en transgresión." (Vs. 13, 14) Aquí Pablo muestra que la mujer fué creada para estar en sujeción al hombre, para su propia seguridad. Cuando la mujer se adelantó a su cabeza teocráticamente nombrada, pensando que ella sabía manejar los asuntos de la tierra mejor que Adán, se metió en dificultades.

Exactamente ¿cuál es la aplicación de las palabras susodichas de Pablo acerca de enseñar? No se usa a las mujeres en la congregación como maestras ni para ser superintendentes sobre hermanos dedicados, capaces; tampoco se usan para ponerse de pie ante un auditorio público y pronunciar discursos. Sin embargo, eso no significa que no pueden participar en las actividades de la congregación. Lejos de ello. En los estudios de congregación disfrutan de plena libertad para comentar y para leer y aplicar citas bíblicas cuando se les pida que lo hagan, contribuyendo así al estudio y ayudando a otras personas de buena voluntad que están allí. Están capacitadas para enseñar a personas nuevas, teniendo el mismo privilegio de servicio al ir de casa en casa, hacer revisitas y conducir estudios bíblicos, enseñando el camino de la verdad a las personas de buena voluntad, ya sean hombres o mujeres.

Las mujeres pueden prestar mucha ayuda a la congregación colaborando con los siervos a fin de ayudar a las personas débiles, especialmente a otras hermanas. Pueden ir con ellas al campo. Por su manera benigna y mansa y buen ejemplo pueden entrenar a estas hermanas a ser ministros mejores, más capacitados. Generalmente es mejor que las hermanas dejen que los hermanos más maduros ayuden a otros hermanos en el servicio. Pero en cuanto a las personas nuevas, especialmente los hombres o mujeres que asisten a los estudios bíblicos de casa que las hermanas conducen, a éstos ellas tienen pleno derecho de ayudar, impartiéndoles enseñanza en sus hogares y en el trabajo de testimonio.

Las hermanas no deben tratar de dar consejo a los hermanos dedicados. En cuanto a este asunto han de 'estar en silencio.' No deben discutir ni contradecir a los hermanos en la congregación, ni tratar de corregirlos ni darles instrucciones. Si ellas desean saber algo, pueden preguntar a sus esposos en casa, o, si son solteras, pueden preguntar a un hermano maduro. No deben preguntar con la sola mira de hacer resaltar un punto que deba corregirse, ni para hacer que sus esposos u otros hermanos corrijan a los siervos. No. Pablo dice que ellas pueden preguntar si ellas mismas desean aprender algo.

En cuanto a entrenar a otros, tales como hermanos más jóvenes que están matriculados en la escuela del ministerio, una hermana debe ayudar a sus propios hijos, pero es mejor dejar que el siervo de escuela dé ayuda y consejo a otros hermanos en cuanto a la preparación y presentación de los discursos. Si el siervo aconseja a los hijos jóvenes de ella en la escuela, ella debe someterse a este consejo y reconocerlo como correcto ante sus hijos, ayudándolos de la manera que sugiere el siervo de escuela.

Las hermanas participan a gran grado en los privilegios de congregación al tomar parte en demostraciones en la reunión de servicio bajo la dirección de un hermano. Por sus propios esfuerzos diligentes en preparar la parte asignada a ellas en las reuniones de servicio, pueden ayudar a hacer las reuniones prácticas, animadas e interesantes. Las hermanas pueden relatar sus experiencias y, cuando lo hagan ante el auditorio, pueden aplicar a ellas mismas el consejo sobre oratoria que ellas oyen que se expresa en la escuela del ministerio. De esta manera ellas apoyan la regla teocrática y animan a otros.

Si la hermana tiene cuidado y evita el tratar de dirigir la congregación, ella está mostrando obediencia, como la novia de Cristo lo obedece a él. Las mujeres pueden glorificar el nombre de Dios de esta manera especial. Dios las usa para que lo alaben de una manera diferente a la manera en que lo alaban los hermanos. ¿Cómo? Ellas muestran su sumisión anuente mediante el dominar cualesquier deseos que pudieran tener de dirigir la congregación, mientras que Dios usa a los hermanos para dirigir y los considera responsables de que lo hagan apropiadamente. Por medio de dicho proceder cris- tiano las hermanas pueden mostrar las hermosas cualidades de paciencia, aguante y humildad con obediencia al arreglo teocrático de Dios.

Si la hermana tiene hijos, ella tiene la responsabilidad y gran gozo de ayudarlos a servir a Jehová, enseñándoles a respetar la jefatura del padre. Si el padre está en la verdad ella puede aconsejarlos y guiarlos a poner en práctica la instrucción que el padre da a sus hijos, así como la organización de Jehová, organización que es como una esposa para él, aconseja a sus muchos hijos que obedezcan las instrucciones del gran Jefe de familia, Jehová Dios. Al proceder así ella inculcará en los hijos respeto y reconocimiento de la jefatura del padre.

10 A veces una hermana tiene una familia y algunos miembros de ésta no están en la verdad. Ella puede ayudarlos muchísimo siendo benigna y considerada, no tratando de hacer que acepten a fuerza la verdad. Ella reconocerá la jefatura de su esposo que no está en la verdad. Cuando él se opone a que ella haga la voluntad de Jehová y trata de hacer que ella viole la ley de Dios, ella sigue la regla: "Tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres." (Hech. 5:29, NM) Pero ella cumplirá con todos sus deberes como mujer casada para con su esposo y su familia, siendo una esposa cristiana modelo. En vez de considerar que ella es mejor que su esposo y más sabia por razón de la verdad y por eso más capacitada para dirigir la familia, ella lo respetará, lo ayudará y, mediante ejemplo, tratará de ayudarlo a ver la verdad. Ella no estará trayendo a colación continuamente la cuestión del Reino, ni condenará al esposo ni lo hallará culpable de ser obstinado o de estar contra Dios.

11 Pedro da consejo en cuanto al proceder de la esposa que se halla en esa situación. El aconseja: "De la misma manera, ustedes esposas, sométanse a sus propios esposos, para que, si algunos no son obedientes a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, por haber sido testigos oculares de su conducta casta junto con profundo res- peto. Y que no sea su adorno el de trenzados externos del pelo ni el de ponerse ornamentos de oro ni el usar prendas de vestir exteriores, sino que lo sea la persona secreta del corazón en la indumentaria incorruptible del espíritu sereno y apacible, que es de gran valor a los ojos de Dios."-1 Ped. 3:1-4, NM.

12 Pedro muestra aquí que el ejemplo, "sin palabra," es lo que puede resultar en ganar al esposo a favor de la verdad. De modo que ella no debe estar demasiado ansiosa. Si ella se amolda al proceder recomendado por Pedro tal vez tenga el gozo de ganar a su esposo para el servicio de Jehová. Y si hay hijos, al mismo tiempo ella proveerá favor de parte de Jehová para ellos si ella les enseña lo concerniente a las verdades del Reino. Si su esposo no acepta la verdad, ella tiene la seguridad de recibir el amor y cuidado compasivo de Jehová, así como lo recibieron las mujeres fieles de la antigüedad.-1 Cor. 7:14.

13 Las Escrituras muestran que es tendencia del género humano caído el chismear. La hermana que evita esto puede, por su propio ejemplo, ayudar a muchas otras personas en la congregación y promover la paz y bienestar generales de la congregación.

14 Muchas mujeres están en situación que les permite ser ministros de tiempo cabal. Aun algunas hermanas casadas cuyos esposos tienen trabajo seglar quizás puedan arreglar sus asuntos para ser publicadoras de tiempo cabal. Esto requiere eficiente arreglo de sus asuntos domésticos. Si tienen hijos ellas pueden seguir el ejemplo de muchas hermanas que hoy día han organizado a los niños de modo que éstos les ayuden con los deberes domésticos, para que la hermana pueda salir al servicio de tiempo cabal. Estas hermanas nunca desatienden sus deberes como amas de casa, sino que se en- cargan bien de éstos, y al mismo tiempo honran el nombre de Dios en el servicio de tiempo cabal. Estas mujeres son hermosas a la vista de Jehová y no podrán menos que recibir recompensas de parte de él ahora y vida eterna en el nuevo mundo (Capacitados para ser ministros, [1958], páginas 253-256).

15. El que se dedica declara ¿qué? ¿y desde qué punto de vista ve la Palabra de Dios?

15 El dedicarse al servicio de Jehová y el simbolizar esa dedicación mediante bautismo en agua no es ingresar en alguna organización religiosa terrestre. No es un paso tan leve como ése. Es la cosa más importante que el individuo ha hecho en su vida. El ser sumergido en agua es una declaración a todos los compañeros cristianos y pueblos del mundo de que en lo sucesivo está dedicado a Dios, para servir como ministro suyo. Esta es su vocación, y de allí en adelante toda la palabra de Dios según se presenta en la Biblia tiene que ser su guía. Él como cristiano verdadero ha obrado como dijo Pablo: “Cuando ustedes recibieron la palabra de Dios que oyeron de parte de nosotros la aceptaron, no como la palabra de hombres, sino, exactamente como verdaderamente es, como la palabra de Dios, la cual también obra en ustedes los creyentes.”—1 Tes. 2:13 (La Atalaya, 15 de febrero de 1960, páginas 103-104).

Todos los testigos de Jehová que con regularidad y habitualmente predican y enseñan el evangelio son ministros (Los Testigos de Jehová en el propósito divino, [1965], página 225).

El modo en que los escritores de las Escrituras Griegas Cristianas emplearon bajo inspiración las palabras griegas diákonos, diakonía y otras parecidas a éstas es lo que fija la pauta para los testigos de Jehová. En realidad, los testigos de Jehová no solo son una organización religiosa según el significado que generalmente se acepta para el término “congregación,” o “iglesia,” sino que también constituyen una asociación que se ocupa en entrenar y equipar a hombres, mujeres y jovencitos para que sean ministros, “siervos,” en un sentido elevado o piadoso, predicadores de las buenas nuevas del reino de Dios (La Atalaya, 1 de agosto de 1981, página 15).

El ministro cristiano

9. ¿Cómo satisficieron Jesús y Pablo los requisitos para ser ministros?

9 En primer lugar, ¿cómo satisfacía los requisitos para ser ministro un siervo de Dios de aquellos días? Hoy la mayoría de los ministros de la cristiandad recibe de un seminario o una universidad algunos documentos que proclaman la posición de ellos. Estos son sus títulos. Sin embargo, Jesús no tenía ningún documento de esa clase. Era un ministro capacitado porque Dios lo ungió para ello (Lucas 4:18, 19). Del mismo modo, el apóstol Pablo dijo: “El estar nosotros adecuadamente capacitados proviene de Dios, quien verdaderamente nos ha capacitado adecuadamente para ser ministros de un nuevo pacto” (2 Corintios 3:5, 6). Por lo tanto, Dios capacita a sus propios ministros. ¿Cómo? […]

12. ¿Cuándo llegó a ser ministro Timoteo, y cómo siguió progresando después de eso?

12 En algún momento la fe de Timoteo, que se había hecho firme mediante dicho estudio y asociación, lo movió a bautizarse en símbolo de su dedicación a Dios, para pasar el resto de su vida sirviéndole (Mateo 28:19, 20; Hebreos 10:5-9). Es lógico que en ese momento él llegó a ser ministro de Dios. Pero su progreso no se detuvo ahí. Su habilidad ministerial se consolidó aún más mediante un don espiritual especial y la instrucción y el adiestramiento personales que le dio Pablo. Y Timoteo continuó progresando por medio de su estudio personal y su asociación con otros cristianos (1 Timoteo 4:14; 2 Timoteo 2:2). Así que Timoteo era ‘ministro de las buenas nuevas’. Como tal, ¿qué hacía él? […]

15, 16. ¿Quiénes tenían la responsabilidad de participar en el ministerio cristiano, y por qué contesta usted así?

15 ¿Significa eso que todos los que genuinamente poseen la fe cristiana deben ser ministros cristianos y participar en la predicación de las buenas nuevas? Sí. Pablo dirigió aquellas palabras a toda la congregación de Roma, no solo a los ancianos (Romanos 1:1, 7). Toda la congregación de Éfeso había de tener “calzados los pies con el equipo de las buenas nuevas de la paz” (Efesios 6:15; 1:1). Y todos los cristianos que escucharon la carta que se dirigió a los hebreos habían de ‘tener firmemente asida la declaración pública de su esperanza sin titubear’ (Hebreos 10:23). Recuerde, también, que en el día del Pentecostés todos, hombres y mujeres, se pusieron a declarar públicamente “las cosas magníficas de Dios”. (Hechos 2:1-21; 1:14.) […]

19. ¿Qué cosas envuelve el hecho de que alguien sea ministro de Dios hoy día?

19 ¿Cómo satisface uno los requisitos para ser ministro? Del mismo modo que lo hizo Timoteo: Edificando una fe firme en los propósitos de Dios, basada en el estudio de la Biblia; fortaleciendo esa fe mediante la asociación con otros cristianos; dando el paso del bautismo en agua en símbolo de la dedicación que hace directamente a Dios en oración para servirle desde entonces en adelante; y aceptando la guía y dirección del Cuerpo Gobernante de la congregación cristiana (Hebreos 10:23-25; Mateo 24:45-47). ¿Quiénes toman parte en este ministerio? Todo el que tiene una fe activa y sincera en los propósitos de Dios, basada en conocimiento exacto. El tomar parte en el ministerio como testigos cristianos de Jehová prueba lo genuina que es esa fe. (Santiago 2:17.) (La Atalaya, 1 de mayo de 1983, páginas 18-20).

¿Deben ser ministras las mujeres?

Por lo que la Biblia describe, las personas a quienes se encargaba la superintendencia de una congregación eran varones. Todos los apóstoles de Jesucristo, los doce, fueron varones, y las personas a quienes después se nombró como superintendentes y siervos ministeriales en las congregaciones cristianas fueron varones (Mat. 10:1-4; 1 Tim. 3:2, 12). A las mujeres se les aconseja que en las reuniones ‘aprendan en silencio, con plena sumisión’, en el sentido de que no planteen preguntas con las que desafíen a los hombres de la congregación. Las mujeres ‘no deben hablar’ en tales reuniones si lo que fueran a decir hubiera de mostrar falta de sujeción (1 Tim. 2:11, 12; 1 Cor. 14:33, 34). Así, aunque las mujeres hacen contribuciones valiosas a la actividad de la congregación, no hay provisión para que presidan, ni para que lleven la delantera mediante instruir a la congregación, cuando hay presentes varones capacitados.

Pero ¿pueden las mujeres ser predicadoras, proclamadoras, ministras de las buenas nuevas fuera de las reuniones de congregación? En el Pentecostés del 33 E.C. se derramó espíritu santo tanto sobre hombres como sobre mujeres. Para explicar lo ocurrido, el apóstol Pedro citó de Joel 2:28, 29 y dijo: “‘Y en los últimos días’, dice Dios, ‘derramaré algo de mi espíritu sobre toda clase de carne, y profetizarán sus hijos y sus hijas y sus jóvenes verán visiones y sus ancianos soñarán sueños; y aun sobre mis esclavos y sobre mis esclavas derramaré algo de mi espíritu en aquellos días, y profetizarán’” (Hech. 2:17, 18). De igual manera, es apropiado que hoy día las mujeres participen en el ministerio cristiano predicando de casa en casa y conduciendo estudios bíblicos en los hogares. (Véanse también Salmo 68:11 y Filipenses 4:2, 3.) (Razonamiento a partir de las Escrituras [1985], páginas 253-254).

3. ¿Qué significa ser bautizado ‘en el nombre del Padre, del Hijo y del espíritu santo’?

3 Tras hacer una dedicación personal a Jehová, estos millones de personas se bautizaron “en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu santo”, en conformidad con las instrucciones de Jesús (Mateo 28:19). El que se bautizaran “en el nombre del Padre” significa que reconocen a Jehová como su Padre celestial y el Dador de Vida, y que se someten a su soberanía. El bautismo ‘en el nombre del Hijo’ implica que confiesan a Jesucristo como su Rescatador, Caudillo y Rey. También reconocen el papel del espíritu santo de Dios —su fuerza activa— en dirigir su vida, lo cual indica que se han bautizado ‘en el nombre del espíritu santo’.

4. ¿Cómo se ordena a los ministros cristianos?

4 A los nuevos discípulos se les ordena ministros de Jehová Dios cuando se bautizan. ¿Quién los ordena? A ellos les son aplicables por extensión las palabras de 2 Corintios 3:5: “El estar nosotros adecuadamente capacitados [como ministros] proviene de Dios”. No es posible aspirar a un honor mayor que el ser ordenados por Jehová Dios mismo. Después del bautismo continuará su crecimiento espiritual como ministros de las “buenas nuevas”, siempre y cuando acepten la dirección del espíritu de Dios y sigan aplicando Su Palabra (Mateo 24:14; Hechos 9:31) (La Atalaya, 15 de enero de 2001, página 12).

“No existe una edad límite para que un niño pueda bautizarse. El candidato para el bautismo debe haber alcanzado un nivel de responsabilidad que le permita a él aceptar, a un grado razonable, ser responsable de su conducta. De modo que, cuando un niño tiene suficiente conocimiento de Jehová y sus propósitos, y se adhiere fielmente a los principios correctos contenidos en la Biblia, y se ha dedicado a Jehová, él puede legitimamente simbolizar su dedicación por medio del bautismo en agua. --La Atalaya 15 de abril de 1987, páginas 12-14. The Watchtower 15 de febrero de 1982, página 30 (Correspondence guidelines [2007], página 12).

La principal manera en que los primeros cristianos daban a conocer las buenas nuevas era predicando “públicamente y de casa en casa” (Hechos 20:20). Cualquiera que participara en esta obra era, en efecto, un ministro, incluso si se trataba de una mujer. Pongamos por caso a Priscila. La Biblia dice que ella y su esposo “expusieron con mayor exactitud el camino de Dios” a un hombre devoto que aún no se había bautizado como cristiano (Hechos 18:25, 26). Sin duda, Febe y Priscila, así como muchas otras mujeres, eran ministras eficaces de las buenas nuevas. […]

La enseñanza en la congregación 

No obstante, en la Biblia no hallaremos ninguna indicación de que las mujeres puedan enseñar frente a la congregación. Es más, el apóstol Pablo dio la siguiente instrucción: “No se debe permitir que las mujeres hablen en las reuniones”. ¿Por qué razón? Entre otras cosas, para que todo se hiciera “de manera correcta y ordenada” (1 Corintios 14:34, 40, Nuevo Testamento en Lenguaje Sencillo, 2000). A fin de que los asuntos de la congregación fluyan sin complicaciones, Dios ha encargado a un grupo compuesto por varones la tarea de enseñar. Ahora bien, para formar parte de ese grupo no basta con ser hombre, hay que estar capacitado para presidir y llenar ciertos requisitos (1 Timoteo 3:1-7; Tito 1:5-9).a

Está claro que el papel que Dios ha dado a la mujer no es degradante. Como hemos visto, Jehová les ha confiado una encomienda muy especial: dar testimonio acerca de él (Salmo 68:11). Los testigos de Jehová, hombres y mujeres, son ministros que han ayudado a millones de personas a alcanzar el arrepentimiento y tener la oportunidad de ser salvos (Hechos 2:21; 2 Pedro 3:9). ¿No le parece esto un logro extraordinario?

El orden que Dios ha establecido en la congregación confiere honra tanto al hombre como a la mujer y promueve la paz. Así pues, tal como los ojos y los oídos se complementan en sus funciones para que un peatón cruce una calle transitada, los hombres y las mujeres cristianos cumplen con la voluntad divina según las funciones que les corresponden. Dios, en consecuencia, bendice con paz a la congregación (1 Corintios 14:33; Filipenses 4:9) (¡Despertad!, julio de 2010, páginas 28-29).

De este versículo se desprende el siguiente principio: Jehová es quien nos capacita para el ministerio cristiano. Y lo hace valiéndose de su Palabra, su fuerza activa y la parte terrestre de su organización (Juan 16:7; 2 Tim. 3:16, 17). Por eso, apliquémonos al estudio de la Biblia y de las publicaciones que la explican; pidámosle a Jehová su espíritu constantemente, y asistamos con asiduidad a las reuniones, sin olvidarnos de participar en ellas (Sal. 1:1-3; Luc. 11:10-13; Heb. 10:24, 25) (La Atalaya, 15 de julio de 2008, página 28).

Ministras del primer siglo

¿En qué piensa cuando escucha la palabra ministro? A muchos les viene a la mente la imagen de un líder religioso —hombre o mujer— que encabeza el culto en una iglesia. Pero la Biblia utiliza dicho término (en griego diákonos) en un sentido más amplio. Veamos el caso de Febe, a quien el apóstol Pablo describió como “nuestra hermana, que es ministra [o diaconisa] de la congregación que está en Cencreas” (Romanos 16:1).

¿Dirigiría Febe los servicios religiosos de la congregación de Cencreas? ¿En qué consistía realmente su ministerio? En la carta a los Filipenses, Pablo dice lo siguiente de ciertas cristianas: “Trabajaron mucho a mi lado para dar a conocer a otros la Buena Noticia”, es decir, el mensaje del Reino (cursivas nuestras; Filipenses 4:2, 3, Nueva Traducción Viviente).

La principal manera en que los primeros cristianos daban a conocer las buenas nuevas era predicando “públicamente y de casa en casa” (Hechos 20:20). Cualquiera que participara en esta obra era, en efecto, un ministro, incluso si se trataba de una mujer. Pongamos por caso a Priscila. La Biblia dice que ella y su esposo “expusieron con mayor exactitud el camino de Dios” a un hombre devoto que aún no se había bautizado como cristiano (Hechos 18:25, 26). Sin duda, Febe y Priscila, así como muchas otras mujeres, eran ministras eficaces de las buenas nuevas (¡Despertad!, julio de 2010, página 28).

¿Tienen ministras religiosas los testigos de Jehová? 

Sí, varios millones por todo el mundo. Forman el gran grupo de predicadoras de las buenas nuevas del Reino de Dios que se profetizó en Salmo 68:11, donde Jehová dice: “Las mujeres que anuncian las buenas nuevas son un ejército grande”. 

Con todo, el ministerio que llevan a cabo estas testigos de Jehová es muy distinto del de las ministras de otras religiones. ¿En qué se diferencian ambos ministerios?

Para empezar, se dirigen a públicos distintos. Las mujeres que ejercen el sacerdocio, sobre todo en las iglesias de la cristiandad, asumen puestos de liderazgo dentro de su religión. Así pues, su principal auditorio son miembros de su rebaño. En cambio, las ministras religiosas de los Testigos predican fuera de la congregación, a todo el que encuentran mientras evangelizan de casa en casa o en cualquier otro lugar.

Otra característica diferenciadora es el papel que desempeñan dentro de la congregación. Las ministras de la cristiandad y otras religiones dirigen a los miembros de su congregación y los instruyen en la doctrina. Las Testigos nunca enseñan en la congregación cuando hay varones bautizados presentes. Solo lo hacen los superintendentes, hombres que han sido nombrados maestros (1 Timoteo 3:2; Santiago 3:1).

En la Biblia, únicamente los varones aparecen al frente de la congregación. Y las instrucciones que el apóstol Pablo dio a otro superintendente cristiano llamado Tito apoyan esa idea. “Por esta razón te dejé en Creta —escribió Pablo⁠—, para que [...] nombraras hombres mayores en ciudad tras ciudad.” (Tito 1:5, nota.) A continuación indicó que el superintendente tenía que ser “hombre libre de acusación, esposo de una sola mujer” (Tito 1:6). El apóstol dio instrucciones parecidas en una carta pastoral que le envió a Timoteo. “Si algún hombre está procurando alcanzar un puesto de superintendente, desea una obra excelente —dijo⁠—. El superintendente, por lo tanto, debe ser irreprensible, esposo de una sola mujer, [...] capacitado para enseñar.” (1 Timoteo 3:1, 2.)

Pero ¿por qué solo los varones pueden ser superintendentes en la congregación? Pablo explicó:

“No permito que la mujer enseñe, ni que ejerza autoridad sobre el hombre, sino que esté en silencio. Porque Adán fue formado primero, luego Eva” (1 Timoteo 2:12, 13). En otras palabras, el orden en que Dios creó a la primera pareja indica en quién quería él delegar la labor de enseñanza y superintendencia.

Puesto que Jesucristo es el Líder de todos los ministros de Jehová, ellos siguen su ejemplo. Según el discípulo Lucas, Jesús “iba viajando de ciudad en ciudad y de aldea en aldea, predicando y declarando las buenas nuevas del reino de Dios”. ¿Y qué hicieron sus discípulos cuando los envió a realizar ese mismo ministerio? “Recorrieron el territorio de aldea en aldea, declarando las buenas nuevas.” (Lucas 8:1; 9:2-6.)

De igual modo, los ministros de Jehová de la actualidad —tanto hombres como mujeres⁠— participan con entusiasmo en el cumplimiento de las palabras de Mateo 24:14. Allí Jesús predijo: “Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (La Atalaya, 1 de septiembre de 2012, página 23).

¿PODÍAN LAS MUJERES SER MINISTRAS EN LA CONGREGACIÓN? 

¿Qué funciones desempeñaban las cristianas en la congregación del siglo I? ¿Podían ser ministras religiosas?

Jesús mandó a sus seguidores que predicaran las buenas nuevas del Reino e hicieran discípulos (Mat. 28:19, 20; Hech. 1:8). Esta comisión ministerial es para todos los cristianos, sin importar su sexo ni su edad. Confirma este hecho la profecía de Joel 2:28, 29, que, como indicó Pedro, tuvo uno de sus cumplimientos en el Pentecostés del año 33: “En los últimos días —dice Dios— derramaré algo de mi espíritu sobre toda clase de carne, y sus hijos y sus hijas profetizarán [...]; y aun sobre mis esclavos y sobre mis esclavas derramaré algo de mi espíritu en aquellos días, y profetizarán” (Hech. 2:17, 18). Y, como ya hemos señalado, Felipe el evangelizador tenía cuatro hijas que profetizaban (Hech. 21:8, 9).

Pero la Palabra de Dios limita la enseñanza en la congregación a los ancianos y siervos ministeriales, quienes solo pueden ser varones (1 Tim. 3:1-13; Tito 1:5-9). De hecho, Pablo dijo: “No permito que la mujer enseñe, ni que ejerza autoridad sobre el hombre, sino que esté en silencio” (1 Tim. 2:12) (“Testimonio cabal” del Reino de Dios, [2018], página 177).

     Resumiendo, ¿todos ministros sin distinción de sexo o edad? Sí. Una bendición urbi et orbi que les hace a todos ministros, ¡eso sí, unos ministros más ministros que otros! El ecosistema lingüístico watchtoweriano es apasionante para los investigadores intrépidos y apóstatas impenitentes.

     Acabo con nuestro lema favorito: lo documentamos todo, todo y todo.