La doma, sumisión y dominio del sujeto tiene un método, un proceso. El objetivo primordial es el dominio absoluto de la vida del converso y con esto logramos ordeñarlo económicamente y utilizarlo en la obra de captación de nuevos miembros. La voluntad del sujeto pasa a un segundo plano y afectará su relación con su entorno social y familiar: estrechando los vínculos con el endogrupo y diluyendo y eliminando los vínculos con el exogrupo. La idea es encapsularlo, meterlo en una caja de resonancia donde únicamente escuchará el mantra monotemático que dicte el líder colectivo. Con las anteojeras watchtowerianas puestas verá el mundo a través del cristal del todopoderoso Cuerpo Gobernante.
El Diccionario Panhispánico del Español Jurídico, define coerción como: “Medio para forzar a un sujeto a desarrollar una conducta en contra de su voluntad”. La coerción física es fácilmente constatable, demostrable. Otro cantar lo es probar la coerción psíquica y social, mucho más esquivas y sutiles, difíciles de acreditar. Voy a definir lo que quiero decir con la coerción. La física sería obligar por la fuerza a que alguien actúe contra su voluntad. La psíquica sería la de conseguir que alguien haga la voluntad de un tercero a través del miedo y el castigo psicológico. La social sería la presión colectiva del grupo de pertenencia, a modo de chantaje emocional, para que conformemos nuestra conducta a los dictados del líder. La idea que subyace a todo este cambalache teocrático sería la batalla por el control de la mente del pardillo integral, conseguir transformar el pensamiento y la conducta. Crear un nuevo ser a la imagen y semejanza del líder colectivo, una criatura nueva que delegue su autonomía moral dejándola en manos de terceros.
El grupo, para captarte, para seducirte, te extiende la alfombra roja y te bombardea con amor, haciéndote sentir muy especial, la persona más importante y querida. Saludos efusivos y abrazos propios de familiares o amigos íntimos. La emotividad nublará el juicio de la razón, te desarmará. Pero poco a poco, te harán ver que las personas ajenas al grupo no te convienen ni siquiera tu propia familia… son una mala influencia para ti: “Un poco de levadura hace fermentar toda la masa” o “Las malas compañías echan a perder los hábitos útiles”. Tu familia ahora son los miembros del grupo, por eso se llaman “hermanos” entre ellos. Renuncias a tu identidad para fusionarte con la del grupo: lo único importante en tu vida serán los valores colectivos tal y como los determine el Cuerpo Gobernante. Provocarán tu desarraigo, el aislamiento social y familiar, te harán quemar todos los puentes, tu dependencia del grupo será total. De modo que, no podrás volver atrás --abandonar el grupo-- sin una pérdida emocional monumental: todo tu entorno social y familiar (en el caso de que tus familiares también sean miembros del grupo, que es lo habitual).
Muchos que intentan abandonar el grupo, ante la ausencia de una red de apoyo social en el exterior, se ven obligados emocionalmente a volver con el rabo entre las piernas a someterse de nuevo a la disciplina del cuerpo eclesiástico. Inconscientemente se produce tu rendición y sometimiento a las reglas del líder compuesto, el Cuerpo Gobernante. La rapidez es esencial en el proceso, ellos esperan cambios rápidos en ti y que asumas compromisos (“No es bueno que el hombre esté solo… con sus pensamientos”). A partir de tu bautismo en el rito religioso del grupo, “firmas” un contrato vitalicio, una nueva ley gobernará tu vida, una normativa que está por encima de la Constitución Española y todas sus leyes orgánicas y el Poder Judicial. La sumisión incondicional será tu divisa. Ahora tus pensamientos y acciones estarán dirigidos y sometidos al orden teocrático, a la interpretación puntual de la voluntad de Dios que haga el Cuerpo Gobernante. Tu capacidad de análisis, tu autonomía personal, son herramientas del Diablo que te engañan y obstaculizan el camino a la salvación… ¡las ideas propias las carga el Diablo! Has de abdicar de tu conciencia, resetear tu mente hasta dejarla limpia como una patena. La única guía segura que tienes en la vida es el criterio y la doctrina que emanan de los mandamases teocráticos. Al resbaladizo y peligroso mundo de la duda le sustituirá el mundo de las certezas, creencias y doctrinas salvadoras, poseedor de la verdad absoluta. Ahora el mundo se divide en buenos y malos: buenos son los miembros de la secta y malos el resto de los mortales. Para este menester echarán mano de una cita bíblica: “El mundo entero yace en el poder del Inicuo”. Ningún aspecto de tu vida, por nimio que sea, quedará al margen, tu conducta estará completamente regimentada. El adoctrinamiento estará completo.
El cuerpo eclesiástico controla el flujo de información pues tiene el monopolio de la verdad. Primero te somete a un proceso de inmersión teocrático, donde te abruma con la cantidad de lectura y actividades teocráticas, dejándote sin tiempo ni energías para reflexionar en todo este proceso al que estás sometido. Segundo, anatematizando cualquier lectura o persona que cuestione la doctrina o los protocolos del grupo religioso. Bebes de una única fuente, la suya. El proceso de adoctrinamiento provocará la transformación de tu personalidad de manera completa, adoptando una nueva identidad. Literalmente, en sus propias palabras: “Desnudándose de la vieja personalidad y vistiéndose con la nueva personalidad”. En caso de insubordinación, responderás en una audiencia judicial ante los comités de ancianos que te peinarán y darán tu oportuna ración de pelargón. Deberás confesar tus pecados al comité judicial y tus amigos íntimos y familiares tendrán la obligación de delatarte si tú no lo haces. Vigilancia mutua y delación… el arma definitiva. La discrepancia no se admite, las directivas que emanan del líder colectivo provienen de Dios. En el caso de querer abandonar libremente el grupo, ejercerán presión con las medidas disciplinarias, te estigmatizarán como apóstata que, dentro de la estructura teocrática del grupo, implica el renegar de ti, negarte el saludo. Supondrá tu muerte social. La omertá watchtoweriana funciona como un reloj suizo.
Personalmente y en vista de las graves repercusiones emocionales que padecen quienes desean abandonar libremente esta confesión religiosa, no se debería permitir que menores de edad puedan tomar la decisión de bautizarse y contraer un compromiso de esta gravedad y que les vinculan toda la vida. La misma entidad religiosa debería de autorregularse exigiendo que sólo se puedan bautizar en su rito personas maduras física y emocionalmente –en ningún caso menores de edad--, además de suprimir todas las medidas disciplinarias coactivas a quien quiere abandonar libremente al grupo religioso con el sometimiento a la disciplina de su cuerpo eclesiástico. Para finalizar, puedes dejar de ser miembro de la confesión religiosa de manera voluntaria (desasociación), o de manera obligatoria (expulsión): las graves consecuencias emocionales, familiares y sociales son las mismas. La normativa watchtoweriana es contundente e inflexible con quien abandona el barco.
Para finalizar, como consejo de pardillo
integral y veterano penitente: vuelve a tomar el control de tu vida, no permitas
que el teócrata de turno cercene tus aspiraciones sociales, profesionales o
académicas, aprovecha todo el tiempo que puedas disfrutando de tus seres
queridos. ¡Hazle un corte de mangas al Cuerpo Gobernante!