jueves, 24 de julio de 2008

El Último Samurai... criado como testigo de Jehová y en Nueva Zelanda



















http://images.google.es/imgres?imgurl=http://media.apn.co.nz/webcontent/image/jpg/25dixon.JPG&imgrefurl=http://www.nzherald.co.nz/index.cfm%3Fc_id%3D1%26ObjectID%3D10117138&h=210&w=160&sz=46&hl=es&start=3&sig2=P9kRv2kuIoF83FloX2w9WA&um=1&tbnid=wp0ZagIRn45HaM:&tbnh=106&tbnw=81&ei=LDSISIT5LYuq0gSqv5GiCA&prev=/images%3Fq%3DAntonie%2BDixon%26um%3D1%26hl%3Des%26lr%3Dlang_de%257Clang_en%257Clang_es%257Clang_fr%26sa%3DN

http://www.stuff.co.nz/thepress/4618116a24035.html

Estimados camaradas ávidos de información veraz y contrastada:

El pasado lunes, 14 de julio de 2008, se reabrió el juicio contra Antonie Dixon, acusado del asesinato de James Te Aute y causar graves heridas a dos de las amigas del acusado con un catana de samurai... el sujeto es el de la foto. Tenemos dos informes periodísticos, uno del año 2008 en el que se reabre el juicio y, otro, del año 2005... cuando se le condenó. Traduciremos el de 2005, cuando se le condenó, por ser este más interesante, el link de ambos lo tenéis arriba... como siempre.

The New Zealand Herald

UN BARRIL DE PÓLVORA ENCEDIDO POR P

Sábado, 26 de marzo de 2005
Por Louisa Cleave y Bronwyn Sell

Desde los 4 ó 5 años, Antonie Dixon fue llevado a rastras a las reuniones de los testigos de Jehová, por su madre. Se le obligó a permancer sentado por horas en los Salones del Reino,a predicar de casa en casa con su madre y a leer la Biblia cada día antes de ir a la escuela.

Creció con relatos del fuego del infierno y azufre, de demonios y diablos, de un nuevo orden, de un Armagedón en el que los pecadores del mundo serían exterminados.

A la edad de 34 años, después de un largo mes en de juerga en Pipiroa, él comenzó su propio Armagedón. Él cortó la mano derecha de su amiga Renee Gunbie y la mano izquierda de una antigua amiga, Simonne Butler con una catana de samurai en el pueblo de Hauraki Plains de Pipiroa y, entonces disparó y asesinó a un desconocido, a James Te Aute, en Pakuranga, más tarde loco de atar les decía a policía, testigos y psiquiatras que las mujeres eran inmorales y que James Te Aute era el diablo.

Él aseguró haber bebido sangre de la grave herida que le ocasionó a Gunbie. También, aseguró que su padre era un hijo de los ángeles (nefilín). Dijo haber visto a duendes vailando y vampiros colgando.

Butler dijo que Dixon gritaba durante el auténtico calvario que le tocó pasar en Pipiroa, "que su Dios le había dicho que él debería sacrificarla y que todos íbamos a morir en el nuevo orden que pronto vendría".

Sea que esto fuesen las incoherencias de una persona enferma o la estrategia de un cínico --por cierto, sin éxito-- para asegurarse un veredicto que lo exculpara por enfermo mental, no fue difícil localizar el origen de su inspiración.

Carla Dixon-Foxley, hermana del culpable, dijo que "era bastante extremista", su madre, en sus creencias. "Hablaba muchísimo sobre el comunicarse con los demonios, de estar poseidos por el Diablo, del Armagedón y de que no seríamos lo bastante buenos como para conseguir la vida eterna".

Dixon ha estado envuelto en actividades delictivas desde los 15 años. Para cuando empuñó la espada de samurai había estado condenado 160 veces. La mayoría pequeños delitos: substracción de vehículos, robo e infracciones de tráfico y unas pocas agresiones sexuales.

Los agentes de policía que habían estado lidiando con él durante décadas habían sospechado que algún delito cometería a medida que avanzara la juerga. Pero nunca sospecharon de algo tan grave.

"Siempre pensé que tenía la capacidad de matar, pero nunca de esta manera. Fue algo muy raro lo que sucedió allí", declaró el inspector jefe y sargento Mark Gutry, quien estaba trabajando en la investigación criminal en Howick, cuando Dixon estaba viviendo en Beachlands, a sus veinte años y principios de sus treinta.

Cuando Dixon era un delincuente profesional, un policía dijo que él tenía algo agradable y encantador. Él había tenido dos serias, aunque tumultuosas, relaciones que sobrevivieron a sus muchas condenas de cárcel. Tuvo dos hijos con la última compañera con la que vivió 10 años, Wendy Ross.

Tanto Ross como Simone Butler, ambas dijeron que Dixon era encantador. Ross dijo que él tenía una "personalidad contagiosa". Pero, ambas se apercibieron de un lado oscuro en él, a medida que su relación progresaba.

Butler y Dixon se separaron en marzo de 2002, pero permanecieron como amigos. Dixon tomó con Gunbie, amiga de la infancia de Butler, un cocimiento de P. Gunbie trasladó su residencia a Pipiroa en octubre de aquel año.

Los policías que están familiarizados con Dixon sabían qué hizo que pasase de ser un delicuente de poca monta que aspiraba a tener fama a un homicida demente: la droga P, una forma pura de metanfetamina.

Él no estaba loco, declaró un anterior agente de policía al Weekend Herald. Él solo "perdió la razón una noche por consumir P".

Dixon, que consumía cannabis habitualmente, se metió en el mundo de P a través de sus amistades con la gente del hampa, dijo el inspector y sargento Darryl Brazier.

Brazier declaró que Dixon, hacia unos meses, le telefoneó tres o cuatro veces en los meses precedentes al 21 de enero de 2003, admitiendo que estaba "quemado" --un término que suelen utilizar los consumidores habituales de P--.

La policía dice que esto cambió su temperamento. Encendió la paranoia que durante años estaba latente, exteriorizando la violencia que había caracterizado su niñez.

En los años 70, la calle Richmond y Grey Lynn, no eran un lugar donde encontrar la última moda y donde acudía la gente de pasta, como sucede actualmente. Era un barrio peligroso, especialmente en el mismo hogar donde Dixon pasó su niñez, que también se usó como pensión para pacientes psiquiátricos que salían de los hospitales Oakley y Carrington.

La madre de ellos, Isabelle, recorría la casa administrando la medicación a los huéspedes, declaró la hermana de Dixon.

"Ella nos daba palizas. Le teníamos pánico a ella. Solía encerrar a Tony en el lavabo por horas. Lo sentaba en el orinal sin pantalones, dejándo que pasase frío".

Dixon fue atado al tendedero, encadenado echándole un candado y recluido en su habitación con barrotes en las ventanas.

Dixon-Foxley, que le lleva nueve años a su hermano y actualmente vive en Londres, lo recuerda como un niño sentado en el diván cavilando por horas, balanceándose. "Él siempre fue un poco raro".

El padre de los niños, Ronald, golpeaba a su madre. Cuando Dixon tenía siete años se separó el matrimonio, prohibiéndole el juez que se acercase a la familia. Murió tres años más tarde debido a problemas de corazón en Wellington, a los 53 años.

Las únicas figuras paternales que permanecían en la vida de Dixon eran los testigos de Jehová, uno de quienes, en diversas ocasiones abusó sexualmente de Dixon, declaró Dixon-Foxley en el juicio ante el Tribunal Supremo.

Él tenía prohibido jugar con otros niños porque su madre no quería que se asociase con los incrédulos (los que no eran testigos de Jehová).

Dixon se rebeló. LLegando a ser alguien frustrado y dado a las rabietas. Nunca mas sería el muchachito al que se le podía encerrar en el lavabo.

"Era una persona a la que había que sujetar", declaró Dixon-Foxley, "se volvió incontrolable, nada parecido al carácter que tuvo mi padre. Se hizo hostil. Irrazonable. Ilógico. Agresivo. Él creció en un ambiente con violencia y es todo lo que conocía".

A los 10 años hacía campana (ausentarse del colegio sin permiso)y había que llevarlo a la fuerza a casa desde los salones de juego (máquinas para entretener). Por aquel tiempo es cuando empezó a canalizar su violencia contra su madre.

"Siempre estaba metido en problemas", declaró Dixon-Foxley. "Una vez que empezó a ausentarse del colegio, no paró de ser internado en casa de acogida. Una casa de acogida tras otra".

La madre perdió toda esperanza. Cedió la patria postetad al Estado. Él empezó a vivir a medio camino entre hogares y casas de acogida, internados para chicos, casas de adopción, instituciones, reformatorios. Desde entonces empezó a delinquir.

A los 15 años se le acusó de robo con allanamiento de morada, fue amonestado y devuelto al cuidado del Estado. Así comenzaron sus 20 años de carrera como delicuente.

Muchos policías declararon al Weekend Herald que él no era conocido como un delincuente peligroso. Les resultó muy escurridizo hasta el 21 de enero de 2003.

Dixon parecía disfrutar de tener roces con la policía, especialmente las persecuciones con los coches.

Anteriormente a su ataque samurai, su mayor delito del que había sido acusado fue la fuga de un furgón carcelario en Auckland en 1994 después de haber sido acusado de organizar una banda de ladrones de coches. Estuvo fugado por más de un mes. Él telefoneó desde su escondite al New Zealand Herald diciéndoles que esperaba que la policía pudiese atraparlo.

Pocos años después trepó hasta un tragaluz en la comisaria de policía de Tauranga después de haber sido detenido de hacer carreras ilegales con cuatro vehículos robados.

"Pienso que le gustaban las persecuciones policiales, al estilo televisivo de los Dukes de Hazzard", declaró Gutry.

Brazier dijo que Dixon siempre quiso ser alguien importante, pero el mundo del hampa lo consideraba un peligro, especialmente porque le gustaba dar la nota.

"Cuanto más quería que se le aceptase en el mundo del crimen, los cabecillas más renegaban de él. Si les mencionabas su nombre, ellos retorcían los ojos y decían: "Él lo sería si pudiera". Él quería ser el que que controlara toda la ciudad".

El inspector Bernie Hollewand, el oficial encargado de la investigación, dice que Dixon utilizó la violencia "instrumentalmente" en la escena del crimen.

Dixon tenía un "grupo de subordinados". Su "negocio" era hacerse con vehículos de gama alta y asociarse a muchos criminales, desde los cazarecompensas a los Mongrel Mob.

"Él no deseaba depender demasiado de un único criminal... su negocio funcionaba mejor si se relacionaba con todos los criminales y conocer quién controlaba un determinada zona de la ciudad", declaró Hollewand.

Él reconoce que Dixon quería ser alguien importante. "Quería ser el jefe de la manada, el quería tener el negocio de "Tony", su propio negocio, no el negocio de algún otro".

Sus esfuerzos por darse a conocer envolvía el mantener contactos con la policía. Un antiguo policía quería conducir su vehículo hasta la comisaria de Howick, aparcar junto a los coches patrulla y meterse en la conversaciones de la policía.

"Era un muchacho muy amigable, convencido de sí mismo, seguro de sí mismo, no tenía ningún problema en hablar con la policía, pues pensaba que era más inteligente que nosotros y que nunca lo atraparíamos".

Parecía una contradicción, mientras Dixon se preocupaba por entablar amistad con la policía, estaba obsesionado con que ésta le estaba espiando con algún artilugio electrónico. LLegó a suplicar a Brazier que desconectase el aparato con el que le estaban espiando.

Braizer dijo que la paranoia de Dixon era el resultado del consumo de P, como el suceso de la explosión violenta.

"Es común entre los consumidores de P, creer que la gente los persigue. Sea la policía o algún personaje del mundo de la droga".

Los meses previos a su violenta explosión, Dixon parecía estar convencido de que las autoridades estaban utilizando el 747s, aparatos y sátélites para monotorizarlo.

Él pintó en las paredes de su casa y en la calle lemas, como: "mi vida está en peligro", o "casa del satélite 747s, o de cualquier otro aparato espía en el cielo".

El sargento e inspector Richard Middleton, dijo que el cosumo excesivo de P exacerbó su paranoia y le hizo creerse más importante.

Braizer, aconsejó a Dixon a que buscase ayuda para su adicción en los meses anteriores al 21 de enero de 2003.

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